Una concepción del mundo no es un saber, no es conocimiento en el sentido en que lo es la ciencia positiva, sino es una serie de principios que dan razón de la conducta de un sujeto.Estos principios están explícitos en la cultura de la sociedad en la que vive el sujeto. Dicha cultura contiene por lo común un conjunto de afirmaciones acerca de la naturaleza del mundo físico y de la vida.
La existencia de una formulación explícita de la concepción del mundo en la cultura de una sociedad no permite averiguar, cual es la concepción del mundo realmente activa en esa sociedad, pues el carácter de sobreestructura que tiene la concepción del mundo no consiste en ser un mecánico reflejo, ingenuo y directo, de la realidad y natural vivida.
Las concepciones del mundo suelen presentar unas pautas muy concentradas y conscientes en forma de credo religioso-moral o de sistema filosófico.
El sistema filosófico vio arrebatar un campo temático tras otro por las ciencias positivas, y acabó por intentar salvar su sustantividad en un repertorio de supuestas verdades superiores a las de toda ciencia. La filosofía sistemática presenta más o menos abiertamente la pretensión de dar de sí por razonamiento el contenido de las ciencias positivas. Esta pretensión fracasa hacia mediados del S.XIX con la disgregación del sistema de Hegel.
La principal causa es la constitución del conocimiento científico durante la edad moderna, que se caracteriza por su intersubjetividad (todas las personas adecuadamente preparadas entienden su formulación del mismo modo) y por su capacidad de posibilitar previsiones exactas.
La principal causa es la constitución del conocimiento científico durante la edad moderna, que se caracteriza por su intersubjetividad (todas las personas adecuadamente preparadas entienden su formulación del mismo modo) y por su capacidad de posibilitar previsiones exactas.
El que las concepciones del mundo carezcan del conocimiento es debido a que la concepción del mundo contiene esencialmente afirmaciones sobre cuestiones no resolubles por los métodos decisorios del conocimiento positivo, que son la verificación o falsación empíricas y la argumentación analítica.
La cuestión entre concepción del mundo y del conocimiento debe ir relacionado. La concepción del mundo debe tomar a la ciencia como único cuerpo de conocimiento que se encuentre visiblemente por delante ya que inspira o motiva la investigación positiva misma, y por detrás de la investigación positiva porque intentará construirse de acuerdo con la marcha y los resultados de la investigación positiva.
La concepción Marxista del mundo.
La concepción materialista y dialéctica del mundo, está movida, por la aspiración a terminar con la obnubilación de la consciencia, con la presencia en la conducta humana de factores no reconocidos o idealizados o idealizadores. Se desprende por tanto de este concepto una concepción del mundo explicito.
La concepción marxista del mundo no puede considerar sus elementos explícitos como un sistema de saber superior al positivo.
Esta concepción del mundo no puede querer más que explicar la motivación de la ciencia misma. Motivación denominada “inmanentismo”: principio de que la explicación de los fenómenos debe buscarse en otros fenómenos, en el que el mundo, y no en instancias ajenas o superiores al mundo.
El primer principio de la concepción marxista –el materialismo- es en sustancia el postulado inamentista: el mundo debe explicarse por sí mismo. Pero el materialismo no es sino uno de los principios fundamentales de lo que Engels llama “concepción comunista del mundo”. El otro es el principio de la dialéctica, inspirado no tanto en el hacer científico-positivos, sino en cuanto en las limitaciones del mismo.
La ciencia positiva realiza el principio del materialismo a través de una metodología analítico-reductiva. Su eliminación de factores irracionales en la explicación del mundo procede a través de una reducción analítica de las formaciones complejas y cualitativamente determinadas a factores menos complejos y más homogéneos cualitativamente, con tendencia a una reducción tan extrema que el aspecto cualitativo pierde toda relevancia.
El análisis reductivo practicado por la ciencia tiene regularmente éxito. Es un éxito descomponible en dos aspectos:
1. Reducción de fenómenos complejos a nociones más elementales, más homogéneas, y ,en el caso ideal, desprovistas de connotaciones cualitativas, permite penetrar materialmente y eficazmente en la realidad, ya que posibilita el planteamiento de preguntas muy exactas.
2. El análisis reductivo posibilita a la larga la formación de conceptos más adecuados.
La concepción del mundo tiene por fuerza que dar de sí una determinada comprensión de las totalidades concretas. Pues la práctica humana no se enfrenta sólo con la necesidad de penetrar analítico-reductivamente en la realidad, sino también con , tratar y entender las concreciones reales, aquello que la ciencia positiva no puede recoger.
Según esto la tarea de una dialéctica materialista consiste en recuperar lo concreto sin hacer intervenir más datos que los materialistas del análisis reductivo. El análisis marxista se propone entender la individual situación concreta (en esto es pensamiento dialéctico) sin postular más componentes de la misma que los resultantes de la abstracción y el análisis reductivo científico (y en esto es el marxismo, un materialismo).
Se podrá hablar por tanto de pensamiento o análisis dialéctico cuando exista una relación en el universo del discurso.
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